miércoles, 6 de mayo de 2009

De la tristeza

Cosa semejante ocurrió a un príncipe nuestro que, estando en Trento, oyó noticia de la muerte de su hermano mayor, en quien radicaba el honor y sostén de su casa. Luego supo la muerte de otro, su segunda esperanza, y sostuvo ambas pérdidas con constancia ejemplar. En esto, unos días después, murió uno de los de su séquito, y el príncipe, perdiendo su resolución con el último accidente, se abandonó al duelo y al sentimiento, lo que hizo pensar a algunos que sólo aquella última emoción le había tocado en lo vivo. Pero lo que ocurre es que en quien está lleno y colmado de tristeza, la menor sobrecarga rompe las barreras. Así me parece que se podría juzgar nuestro caso, si no fuese porque la historia añade que, preguntando Cambises al rey de Egipto el motivo de que no le conmoviera la suerte de sus hijos, mientras llevaba con tal impaciencia la de un amigo, el cautivo respondió: "Este último sinsabor se puede expresar con lágrimas y los dos primeros sobrepasan con mucho todo medio de expresarlos."

Montaigne: Ensayos.

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