martes, 21 de julio de 2009

Cuento de horror

La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.

Juan José Arreola

lunes, 20 de julio de 2009

Pero sólo las sensaciones mínimas, y de cosas pequeñísimas, son las que vivo intensamente. Será por mi amor a lo fútil por lo que esto me sucede. Puede que sea por mi escrúpulo en el detalle. Pero más bien creo —no lo sé, estas cosas nunca las analizo— que es porque lo mínimo, por no tener en absoluto importancia ninguna social o práctica, tiene, debido a la mera ausencia de esto, una independencia absoluta de asociaciones sucias con la realidad. Lo mínimo me sabe a irreal. Lo inútil es bello porque es menos real que lo útil, que se continúa y prolonga, al paso que lo maravilloso fútil, lo glorioso infinitesimal, se queda donde está, no pasa de ser lo que es, vive libre e independiente. Lo inútil y lo fútil abren en nuestra vida real intervalos de estática humilde. ¡Cuánto de sueño y amorosas delicias no me provoca en el alma la mera existencia insignificante de un alfiler clavado en una cinta! ¡Triste de quien no sabe la importancia que esto tiene!

Fernando Pessoa: Libro del desasosiego.

lunes, 13 de julio de 2009

Dostoievski vital


Dostoievski, Ernesto Sabato.

Que la razón es algo bueno, eso no se puede discutir. Pero la razón es sólo razón y no hace más que condescender a las exigencias racionales del hombre. Por otra parte, el deseo es la manifestación de la vida misma -de toda la vida- y lo abarca todo, desde la razón hasta el impulso de rascarse. Y aunque la vida puede convertirse frecuentemente en un asunto sucio cuando somos dominados por nuestros deseos, sigue siendo vida y no una serie de extracciones de raíces cuadradas.

Fedor Dostoievski: Memorias del subsuelo. Editorial Quadrata. Trad: Jessica Schlegel.

(Nota: Ernesto Sabato, autor de esa gran novela: El tunel, ha sido también pintor. El estilo, que en ciertos pincelazos es brusco, no es fortuito: Sabato, como Borges, también sufrió de una progresiva ceguera y es precisamente cuando ya no puede escribir que prefiere dedicarse a esa otra disciplina mucho más colorida como lo puede llegar a ser la pintura.)

martes, 7 de julio de 2009

Por la noche, con sus vestidos blancos, pasaron frente a nuestras ventanas los almendros: lentos y tristes, semejantes a aquellas pálidas adolescentes del orfanato que vuelven de una pequeña excursión, el domingo, tomadas de la mano, de dos en dos, sin proferir palabra, sin las estrellas que germinan una a una en la sombra, lejanas y felices.

   Mañana enviaremos a los almendros a dar una vuelta a las orillas del mar, para que enjuaguen de sus rostros el polvo de nuestra tristeza.

   Y en la tarde, cuando vuelvan contentos, traerán nuestras primeras palabras húmedas aún de mar, y nosotros lloraremos junto a la ventana abierta la alegría de saber que podemos llorar.

Yannis Ritsos: En: Sueño de un mediodía de verano, Fondo de Cultura Económica. Trad. Selma Ancira.