viernes, 29 de mayo de 2009

Bernhard y los periódicos

Thomas Bernhard leyendo el Salzburger Nachrichten, en el Café Braünerhof, Viena, 1988.

Leo periódicos todos los días, si no, lo echo en falta. Pero no los leo, los hojeo sólo. No leo libros y sí sólo periódicos, porque en ellos se resume todo lo que mueve el mundo.

Kurt Hofmann: Conversaciones con Thomas Bernhard. Anagrama, 1991. Trad. Miguel Sáenz.

miércoles, 27 de mayo de 2009

"¿Qué importa existir, si se es?"

  F[ernando] P[essoa] se volvió hacia Caeiro: "Dígame una cosa" (y apuntó con el cigarrillo): "¿Cómo considera un sueño? ¿Un sueño es real o no?" 
  "Considero un sueño como considero una sombra", respondió Caeiro inesperadamente, con su acostumbrada presteza divina. "Una sombra es real pero es menos real que una piedra. Un sueño es real -si no no sería sueño- pero es menos real que una cosa. Ser real es ser así."

Notas para recordar a mi Maestro Caeiro. Álvaro de Campos.

lunes, 25 de mayo de 2009

El territorio del escritor es su idioma

Ya nunca más ruso, Joseph (Iosif) Brodsky (Brodskiy), decidío no volver al renovado país tras la desintegración del régimen soviético. No quería sentirse como un turista, un extranjero. Vivió algunos años más: el 28 de Enero de 1996, un ataque cardíaco en su apartamento en Manhattan, fijó la muerte de uno de los más grandes escritores del siglo XX. 

"Esa condición llamada exilio", que otorga la desgraciada -porque jamás es voluntaria- capacidad de escribir poesía en ruso y ensayo en inglés, definió a Brodsky, lo convirtió en un apátrida más: Susan Sontag recordaba la frase de Thomas Mann que podría pronunciar también Brodsky: "Donde esté, está la literatura alemana", "Donde esté, está la literatura rusa".
                         
                                                        Brodsky, 1988
Su ex-alumno y, para el año 1996 director de la Academia de Poetas Americanos, William Wadsworth, recuerda un Brodsky en sus últimos años activo -en 1991 fue nombrado Poeta Laureado de los Estados Unidos, posición que busca, con un personaje reconocido, impulsar la lectura de poesía en el país-, preocupado por editar antologías gratuitas de poesía por toda Norteamérica. Tres días antes de su muerte, cuenta Wadsworth, Brodsky lo llamó: "¿Bill, sabes de qué trata toda la poesía americana?", "No, Joseph, no sé. Dímelo.", "Ruedas, en eso consiste toda la poesía americana; ruedas, la Carretera... ¿sabes entonces lo que tienes que hacer?", "No, Joseph, ¿qué tengo que hacer?", "Tienes que llamar a los Teamsters*. Tenemos que poner la poesía en los camiones, que cuando la leche sea repartida en las tiendas, los poemas sean entregados con ella.", "Joseph, ¿me estás diciendo que la Academia de Poetas debería colaborar con el crimen organizado?" Wadsworth dice que hubo una pausa y que después Brodsky respondió: "Bill, al menos es organizado."

*Los Teamsters son el gremio organizado de conductores, o sea, la mafia de los camioneros.

miércoles, 20 de mayo de 2009

En la helada y casi invisible Norinskaya, lejos de todos y de todo, un condenado Joseph Brodsky probablemente mira las estrellas. No sabe -y jamás se le ocurriría- que en esos momentos la noticia de su juicio es presentada a ma-
Brodsky en el norte de Rusia.
nera de dramatización por la BBC, publicada en numerosos periódicos y comentada por exclusivos círculos literarios alrededor del mundo. Por su cabeza nunca hubiera pasado la idea que, justo ahora, mientras sus cabellos rojos se llenan de nieve, 
Susan Sontag recorta un artículo llena de indignación y sorpresa.

Fue la periodista Frieda Vigdorova quien, mientras escuchaba el juicio contra el poeta, con trazos rápidos y precisos que sólo ese curioso arte que es la taquigrafía puede enseñar, clandestina y silenciosa, transmitió la noticia a Occidente:

Juez: ¿Cuál es entonces su profesión?

Brodsky: Soy poeta y traductor.

Juez: ¿Quién lo considera como poeta?, ¿Quién lo ha enlistado como tal?

Brodsky: Nadie. ¿Acaso alguien me ha enlistado en las filas de la humanidad?

Juez: ¿Ha estudiado usted para eso?

Brodsky: ¿Eso?

Juez: Para convertirse en poeta. Usted ni siquiera intentó terminar la escuela. Es allí donde enseñan y lo preparan para eso.

Brodsky: No creo que uno pueda adquirir esto en la escuela.

Juez: ¿Cómo entonces?

Brodsky: Yo creo que... viene de Dios.

...

Tal vez la mejor prueba de la existencia del Todopoderoso es la de que nunca sabemos cuándo vamos a morir. En otras palabras, si la vida hubiera sido una cuestión exclusivamente humana, al nacer nos entregarían un plazo, o una sentencia, donde se estipulara precisamente la duración de nuestra presencia aquí: como se hace en los campos de prisioneros. El que esto no acontezca insinúa que el asunto no es enteramente humano; que ahí interfiere algo de lo que no tenemos idea ni control alguno. Que hay una agencia no sujeta a nuestra cronología ni, si viene a cuento, a nuestro sentido de la virtud. De aquí todos esos intentos por anticipar o imaginar nuestro futuro, de ahí nuestra dependencia de médicos y de gitanas, que se intensifica cuando estamos en dificultades, y que es sólo un intento por domesticar -o por demonizar- lo divino. Lo mismo se aplica a nuestro sentimiento de la belleza, natural o hechura del hombre, ya que lo infinito sólo puede ser apreciado por lo finito.

Marca de agua. Joseph Brodsky.

domingo, 17 de mayo de 2009

Cuenta Brodsky, que le contó un amigo suyo

Susan Sontag, conoció en 1976, en Nueva York, a Joseph Brodsky debido a su mutua editorial: Farrar, Straus & Giroux. Antes ya había escuchado de él: fue en la revista New York, en el artículo que describía su juicio ante las autoridades rusas, por allá a mediados de los sesenta. Cuenta la señora Sontag que justo después de leer el artículo lo recortó, dejándole una "gran impresión" sus sentenciosas respuestas.

Una tarde de noviembre de 1977, Joseph Brodsky recibiría una llamada en su hotel en Venecia. Era su amiga, la ensayista Susan Sontag, que le pedía un enorme favor: esa noche visitaría a Olga Rudge, la compañera por más de 40 años del fallecido Ezra Pound, una violinista que abandonó su posible exitosa carrera por dedicarse por completo al poeta y su obra -vale decir que vivió hasta los 101 años y reposa, junto a Pound, también en San Michele, "la isla de los muertos", en Venecia, ciudad en la que vivieron algún tiempo juntos y adonde ahora se dirigían algo nerviosos Sontag y Brodsky.

El encuentro, vale decir, fue desafortunado: un Brodsky poco atento y una Rudge fanática por defender las acusasiones de antisemitismo contra "su Ezra".

Brodsky, Sontag, Rudge.

Ahora sí, un fragmento de Marca de Agua:

Hace diecisiete años, vadeando sin meta un campo tras otro, un par de botas verdes de caucho me llevaron al umbral de un edificio rosado más bien pequeño. En la pared vi una placa donde decía que Antonio Vivaldi, nacido prematuramente, había sido bautizado en esa iglesia. En aquellos días yo era aún razonablemente pelirrojo; me puse sentimental por haber topado con el lugar de bautismo del "cura rojo", que tanta dicha me ha dado en tantas ocasiones y en tantas partes desamparadas del mundo. Y me pareció recordar que había sido Olga Rudge la que había organizado la primera settimana Vivaldi en esta ciudad. Se había efectuado, me contó alguien, en el palazzo de la condesa Polinac, y miss Rudge tocaba el violín. A medida que adelantaba la ejecución, notó por el rabillo del ojo que un caballero había entrado al salone y se había colocado junto a la puerta, ya que todas las sillas estaban ocupadas. La pieza era larga, y ella se sentía algo preocupada porque se estaba acercando a un pasaje en la que tendría que volver la página sin interrumpir la interpretación. El hombre en el rabillo del ojo empezó a moverse y no tardó en desaparecer de su campo de visión. El pasaje se iba acercando, y su nerviosismo también aumentaba. Entonces, exactamente en el punto en que debía volver la página, una mano emergió de la izquierda, se alargó hasta el pupitre y lentamente le dio vuelta a la hoja. Ella siguió tocando, y cuando concluyó el difícil pasaje volvió los ojos hacia la izquierda para expresar su gratitud. "Y así", le contó Olga Rudge a un amigo mío, " fue como conocí a Stravinsky."

viernes, 15 de mayo de 2009

Più Brodsky

En 1964, Iosif Aleksandrovich Brodsky, un desconocido poeta que vagaba por las calles de lo que hoy es conocido como San Petersburgo, es acusado de parasitismo social, "uno de esos zánganos literarios que atenta contra la utilidad del trabajo socialista", y condenado a cinco años de trabajos forzados en el lejano norte ruso. Tiempo después, ya exiliado en Norteamérica y nacionalizado estadounidense, con su primer sueldo como profesor de literatura -en la Universidad de Michigan- decide viajar y así comenzar una rutina invernal que se repetiría 17 veces: visitar Venecia:

"El erecto encaje de las fachadas venecianas es el mejor verso que el tiempo-agua haya dejado en parte alguna de tierra firme. Además sin duda existe una correspondencia -si no una franca dependencia- entre la naturaleza rectángular de esas muestras de encaje -es decir, los edificios locales- y la anarquía del agua que desdeña la noción de forma. Es como si el espacio, sabedor aquí más que en cualquiera otra parte de su inferioridad frente al tiempo, respondiera con la única propiedad que el tiempo no posee: con belleza".

martes, 12 de mayo de 2009

Brodsky

Un olor es, al fin de cuentas, una violación del equilibrio de oxígeno, una invasión a él por otros elementos -¿metano? ¿carbono? ¿azufre? ¿nitrógeno? Dependiendo de la intensidad de la invasión, uno siente un aroma, un olor, un tufo. Es un asunto molecular y la felicidad, supongo, es el momento en que uno ve cómo se liberan los elementos de nuestra propia composición. 

Joseph Brodsky (1940-1996), poeta ruso nacionalizado estadounidense, Premio Nobel 1987, admirador de la obra de, entre otros, Anna Ajmátova, Wystan Hugh Auden y Marina Tsvetáieva, gustaba visitar la ciudad de Venecia - allí mismo, en el Cementerio de San Michele yace su tumba-; Marca de Agua, es el libro donde describe sus muchos viajes a esta ciudad y a donde pertenece el anterior fragmento.  

miércoles, 6 de mayo de 2009

De la tristeza

Cosa semejante ocurrió a un príncipe nuestro que, estando en Trento, oyó noticia de la muerte de su hermano mayor, en quien radicaba el honor y sostén de su casa. Luego supo la muerte de otro, su segunda esperanza, y sostuvo ambas pérdidas con constancia ejemplar. En esto, unos días después, murió uno de los de su séquito, y el príncipe, perdiendo su resolución con el último accidente, se abandonó al duelo y al sentimiento, lo que hizo pensar a algunos que sólo aquella última emoción le había tocado en lo vivo. Pero lo que ocurre es que en quien está lleno y colmado de tristeza, la menor sobrecarga rompe las barreras. Así me parece que se podría juzgar nuestro caso, si no fuese porque la historia añade que, preguntando Cambises al rey de Egipto el motivo de que no le conmoviera la suerte de sus hijos, mientras llevaba con tal impaciencia la de un amigo, el cautivo respondió: "Este último sinsabor se puede expresar con lágrimas y los dos primeros sobrepasan con mucho todo medio de expresarlos."

Montaigne: Ensayos.

viernes, 1 de mayo de 2009

Sobre el viaje


¡Resúltale útil
al hombre que vale viajar por el mundo!

Beowulf y otros poemas antiguos germánicos. Trad. Luis Lerate. Seix Barral, Barcelona, 1974.
 ...

Un viaje es una persona en sí; no hay dos iguales.

John Steinbeck: Viajes con Charley, Península, Barcelona, 1998. Trad. José Manuel Álvarez Flórez.
...

El viaje no termina jamás. (...) El objetivo del viaje es sólo el inicio de otro viaje.

José Saramago.