sábado, 6 de septiembre de 2008

El clásico no nos enseña necesariamente algo que no sabíamos; a veces descubrimos en él algo que siempre habíamos sabido (o creído saber) pero no sabíamos que él había sido el primero en decirlo. Y ésta es también una sorpresa que da mucha satisfacción, como la da siempre el descubrimiento de un origen, de una relación, de una pertenencia.
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Y si alguien objeta que no vale la pena tanto esfuerzo (la lectura de los clásicos), citaré a Ciorán: ´´Mientras le preparaban la cicuta, Sócrates aprendía un aria para flauta. "¿De qué te va a servir?", le preguntaron. "Para saberla antes de morir"``.


Italo Calvino: Por qué leer los clásicos.

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