lunes, 2 de marzo de 2009

En Dietario Voluble (Enrique Vila-Matas)

"Está extraordinariamente bien efectuada su observación sobre la ausencia que hay en mí de lo que legítimamente pueda denominarse una evolución", le escribía Pessoa a un amigo. Y basándose en lo que él mismo llamaba el fenómeno de su despersonalización instintiva terminaba diciéndole: "No evoluciono. Viajo. Voy cambiando de personalidad, voy (aquí sí que puede haber evolución) enriqueciéndome en la capacidad de crear personalidades nuevas, nuevos tipos de fingir que comprendo el mundo, o, mejor, de fingir que se puede comprenderlo".

Cualquier evolución era para Pessoa un camino en planicie, seguramente porque no se sube de un piso a otro, sino que se camina por una llanura, de un lugar a otro. Y si acaso se notan, por ejemplo, cambios y mejoras en el estilo, no es por nuestra evolución personal, sino por el envejecimiento. Éstas son cosas que puede que haya que ir a Lisboa para, de la mano de Pessoa, pensarlas.

Al final, en la Bertrand (la librería de Pessoa), compro dos libros de Darwin y, mientras los hojeo, me acuerdo de un amigo que decía que el éxito de la Teoría de la Evolución venía no de lo que allí se decía, sino de cómo se decía, es decir, de lo hábilmente escrito que estaba. Han pasado los años y sigo creyendo -no evoluciono- que mi amigo llevaba la razón. También Pessoa se la habría dado, se la dio: "Paso horas, a veces, en Terreiro do Paço, a la orilla del río, meditando en vano".

En: ¿Qué será de Lisboa?, El País, 1 de Marzo 2009.

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