martes, 11 de noviembre de 2008

Trabajar cansa

Atravesar una calle para escapar de casa
puede hacerlo un muchacho, pero este hombre que anda
todo el día por las calles ya no es un muchacho y no escapa
de casa.
                              Hay tardes de verano 
en que hasta las plazas se vacían, tendidas 
bajo el sol declinante, y este hombre que llega 
a una alameda de inútiles hierbas, se detiene. 
¿Vale la pena estar solo, para estar siempre más solo? 
Caminar por caminar; las plazas y las calles 
están solas. Es preciso detener a una mujer, 
hablarle y persuadirla de vivir juntos. 
De no ser así, uno habla a solas. Es por esto que a veces 
el borracho nocturno comienza a farfullar 
y relata los proyectos de toda la vida.

No es verdad que esperando en la plaza desierta 
el encuentro se dé con alguno; pero quien va por las calles 
se detiene de vez en cuando. Si fueran dos, 
aun andando en las calles, la casa estaría 
donde aquella mujer y valdría la pena. 
En la noche, la plaza vuelve a quedarse vacía 
y este hombre, que pasa sin mirar las casas
entre inútiles luces, ya no levanta sus ojos: 
sólo mira el empedrado hecho por otros hombres 
de manos endurecidas, como las suyas. 
No es justo quedarse en la plaza desierta. 
Es seguro que existe esa mujer en la calle 
que, rogándoselo, quisiera consolar esa casa.

1933

Cesare Pavese, en 1936 publica su primer libro: Lavorare Stanca (Trabajar Cansa). Si algo lo caracterizó fue su continuo pesimismo, sus depresiones; en fin, su agotamiento ante el destino.

1 comentario:

Tamaño Oficio dijo...

Otro gran poema de Pavese:

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
—esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o.un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra hueca,
un grito ahogado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando a solas te inclinas
hacia el espejo. Oh querida esperanza,
ese día también sabremos
que eres la vida y la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como mirar en el espejo
asomarse un rostro muerto,
como escuchar un labio cerrado.
Nos hundiremos en el remolino, mudos.

1950