viernes, 9 de abril de 2010

A veces, a mediodía, se puede encontrar, en alguna de las calles de la capital, a un hombre encadenado, seguido de un escuadrón de guardias reales y que parece contento. Este hombre se dirige a la muerte. Acaba de «atentar contra la vida del Rey». No porque le disguste el Rey, en absoluto. Sólo lo ha hecho para adquirir el derecho a ser solemnemente ejecutado en un patio de palacio, ante la guardia real. Ni que decir tiene que el Rey no se entera de nada. Estas ejecuciones han dejado de interesarle hace ya mucho tiempo. Pero para la familia del reo es un gran honor y el propio condenado, tras una triste vida, posiblemente estropeada por su culpa, recibe al fin una satisfacción.
Cualquier adulto está autorizado a dar el espectáculo número 30 llamado «muerte recibida en un patio de Palacio» si con intención, confesada después espontáneamente, de que iba a «atentar contra la vida del Rey», ha conseguido franquear la gran verja del parque pequeño y una puerta de entrada. Como puede verse no es muy difícil y se ha querido dar así algunas satisfacciones precisamente a aquellos que habían tenido tan pocas en la vida.
Las auténticas dificultades habrían empezado a partir de la segunda puerta.

Henri Michaux: En otros lugares, Alianza, 1983. Trad. Julia Escobar.

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