domingo, 11 de abril de 2010

En otros lugares es un libro de viajes imaginarios, un libro raro y muy especial. Las costumbres de los varios pueblos fantásticos que construye, aparecen como pequeñas consignas de un diario de viajes, como una serie de crónicas compuestas con inteligente ironía. No sé si Michaux cuando describe a "Gran Garabaña" se está burlando de los ingleses, o cuando habla de los "Omambuses" se está refiriendo a algún lugar en África. Este libro me recuerda Los viajes de Gulliver, Las ciudades invisibles. Por ahí está.

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De pronto, sin motivo aparente, un emanglón se echa a llorar, bien porque ha visto temblar una hoja, o caer una mota de polvo, o es que la hoja caía en su memoria rozando varios recuerdos, lejanos, bien porque su destino de hombre, apareciéndosele, le hace sufrir.
Nadie le pide explicaciones. Todos comprenden y por simpatía le dejan solo para que se sienta cómodo.
Pero hay veces en que, poseídos por una especie de descristalización colectiva, un grupo de emanglones, por ejemplo en un café, se echa a llorar en silencio, los ojos se les quedan nublados por las lágrimas, sala y mesas desaparecen de su vista. La conversación queda en suspenso pues nadie puede concluirla. Todos están poseídos por una especie de deshielo interior, acompañado de escalofríos. Pero en paz. Porque lo que sienten es un desmoronamiento general del mundo sin límites y no el de su simple persona o el de su pasado, contra el que nada puede hacerse.
Entran, y a veces es bueno entrar así, en la Gran Corriente, la Corriente extensa y desoladora.
Así son los emanglones, no son intuitivos, pero su fondo es inestable.
Una vez pasado todo reanudan, aunque débilmente, sus conversaciones sin hacer nunca alusión a la invasión padecida.

Henri Michaux, En otros lugares. Alianza, traductor: Julia Escobar.

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