jueves, 1 de mayo de 2008
-¿Qué anudas tú ahí, amigo mío?
-El nudo- respondió brevemente el marinero, sin alzar siquiera la vista.
-Ya lo veo, pero ¿con qué destino?
-Para que otro lo deshaga- murmuró el viejo, poniéndose otra vez a mover los dedos, ya casi acabado el trabajo.
Herman Melville. "Benito Cereno". Trad. Nicanor Ancochea.
-El nudo- respondió brevemente el marinero, sin alzar siquiera la vista.
-Ya lo veo, pero ¿con qué destino?
-Para que otro lo deshaga- murmuró el viejo, poniéndose otra vez a mover los dedos, ya casi acabado el trabajo.
Herman Melville. "Benito Cereno". Trad. Nicanor Ancochea.
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1 comentario:
Nuestros nudos siempre resultan ser demasiado fáciles de deshacer por los otros.
Por más que compliquemos sus vueltas y nos aseguremos de que son suficientemente fuertes como para soportar nuestro peso, o el peso de nuestra carga.
La vida consiste en eso: en hacer y deshacer. Constantemente.
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